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lunes, 21 de abril de 2008


Quilapayun
Quilapayún se formo algún día de Junio/Julio de 1965, cuando Julio Numhauser y Julio Carrasco buscaban un tercer integrante para un conjunto folklorico que se diferenciara de lo hasta ese momento existente en Chile. Es así como se integra Eduardo Carrasco, con lo que el trio comienza a realizar esporádicas presentaciones en Peñas universitarias. A esta formación inicial se integraría Patricio Castillo (cuya presencia intermitente duraría hasta 1970) y más tarde en forma definitiva, Carlos Quezada, Willy Oddó, Hernán Gómez y Rodolfo Parada.
Luego de trabajar un breve lapso con
Ángel Parra y de tener sus primeras actuaciones en peñas de Valparaíso y la capital, Quilapayún integra como director artístico a Víctor Jara, con quien adoptarán el modo interpretativo y escénico que los volvería célebres junto a sus barbas y ponchos negros.
Luego de dos discos en el que esbozaron su línea temática y musical, graban en 1968 el LP “Por Vietnam” en el que adoptan el estilo que los volverá un paradigma de la canción popular revolucionaria. En
1970 graban la "Cantata Santa María de Iquique” de Luis Advis, que se vuelve una obra esencial de la música chilena y modelo para trabajos del mismo tipo que se realizaron en Hispanoamérica.
Luego del triunfo de
Salvador Allende en 1970 se vuelven embajadores culturales chilenos y aumentan sus giras por Europa y obtienen grandes éxitos en Argentina y Uruguay. En esa época alternan canciones y obras de apoyo decidido a la causa de la Unidad Popular y de ataque a los sectores conservadores con trabajos como Quilapayún 5, donde esbozan nuevos caminos creativos, marcados por el ingreso de su director, Eduardo Carrasco, al conservatorio. Su apoyo al gobierno de Allende tiene su punto máximo en la presentación en el Festival de Viña del Mar en febrero de 1973, donde generan un escándalo de tales proporciones entre sus adherentes y detractores que provocaron la suspensión de la primera etapa del certamen.
Sin embargo, a fines de los ’70 el conjunto reformula su planteamiento entre el arte y la política y, junto con su marginación del Partido Comunista y relación con el pintor surrealista chileno
Roberto Matta, levantan su compromiso con “La revolución y las estrellas” que les genera un fuerte desarraigo con la izquierda chilena. En esta segunda etapa en el exilio alcanzan altos grados de desarrollo musical, primero por el trabajo de taller desarrollado al interior del grupo y posteriormente por la colaboración con músicos doctos como Gustavo Becerra, Juan Orrego Salas y la incorporación al grupo del entonces joven compositor chileno Patricio Wang

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